LA ENVIDIA no se resuelve mirando al otro, sino dándome yo lo que deseo.
Isabel cuenta que no puede superar la rabia que siente por su amiga de hace años, cuando iban juntas a la universidad. Según Isabel, su amiga abusaba del poder que le daba su estatus social y su familia. Era una falsa y otras muchas cosas detestables.
Pasados los años, cuando Isabel la recuerda, continúa sintiendo una rabia inmensa y este es el motivo de la siguiente conversación.
ISABEL: Ella se puede permitir no hacer nada.
Tiene una familia que le da un estatus, un reconocimiento social grande, en definitiva, le proporciona una reputación sin esfuerzo, venida del cielo, sin haber hecho nada.
YO: ¿Qué admiras de ella?, ¿qué tiene de atractivo esta persona para ti?, ¿qué le envidias?.
ISABEL: Tiene poder, carisma, modales, es embaucadora, tiene éxito, parece bondadosa ante los demás aunque no lo es, es lista porque hace dinero fácilmente. Sin ningún mérito propio, tiene todo esto, sin ganárselo.
YO: ¿Y por qué esto te molesta a ti?, ¿por qué necesitas compararte con ella?
ISABEL: No le perdono que tenga todo esto sin habérselo ganado, con lo que yo me lo tengo que currar todo y el esfuerzo que a mí me supone.
YO: No envidias lo que obtiene, sino el modo en el que le llega, envidias lo fácil que le es todo gracias a su familia. Envidias sus raíces y que gracias a ellas no necesite esforzarse.
ISABEL: Puede ser porque cuando gano 2 quiero 4, cuando gano 4 quiero 6, y así sin final. Nunca me va a ser suficiente lo que gane, siempre querré más. Tengo un problema con el dinero.
YO: ¿Qué tiene esta persona que tú no tienes?
ISABEL: Que ella se puede “tocar las narices”, ella puede hacer lo que le dé la gana.
YO: Entonces tu sombra es “tocarte las narices”. No te permites “tocarte las narices”, y si lo hicieras, te sentirías culpable e ineficaz. Me constate que en el pasado, cuando te «tocaste las narices», te sentiste culpable y pensaste que no valías. Y a partir de ahí, esto se convierte en algo que no tienes integrado, o sea, nunca más podrás “tocarte las narices” sin sentirte mal, por puro placer.
Hacer lo que te da la gana, “tocarte las narices” es malo porque no cumple con tu momento vital de ganar dinero con lo que haces y ser muy productiva. Tú quieres ser una ejecutiva con éxito.
Ahora vales según lo que haces, tu éxito y el dinero que ganas. Vales por tus logros. Y en esta imagen de ti, no cabe la idea de hacer algo por propia satisfacción personal porque esta es tu sombra, “tocarte las narices”.
¡Qué pérdida de tiempo y de recursos!, ¡qué tonta serías si hicieras esto!
Ella es lista y tú eres tonta. Ella se permite “tocarse las narices” y tú no te lo permites.
Si no obtienes un beneficio, ya sea reconocimiento o dinero, entonces eso que haces deja de valer, deja de ser importante para ti aunque te guste.
¿Qué es lo que no te permites hacer porque sería dejar de ser productiva?
ISABEL: Crear la escuela de baile que estoy montando sin prisas.
No es lo que ella hace, ni lo que piense de ti, esta no es la cuestión. La historia está en lo que tú anhelas de ella. Eso que tú dices que tiene y tú no tienes, ni puedes tener.
O sea, el estatus suficiente para permitirse no hacer nada.
Pero la realidad es que tú puedes permitírtelo como ella, teniendo en cuenta el coste económico que te suponga.
Por ejemplo, crear una escuela de baile, como estás haciendo, es algo que no te supone un gran coste y sin embargo como te cuentas que lo quieres hacer por proyección social y para ganar más dinero, necesitas convertirlo en algo rentable, resulta que traicionas tu propia necesidad y el espíritu de crearla disfrutándolo. Si no es lucrativo, no te vale.
Por este motivo, aunque cuando estás en tu proyecto pones tu corazón y lo disfrutas, luego te lo niegas y tapas esta verdad contándote que tienes que hacerlo a un ritmo y ser más eficaz para que no se eternice tu tarea.
Aquí es cuando pierdes el contacto con tu necesidad más auténtica. Esta te la niegas, no te permites crear tu escuela por puro placer, te disocias, te traicionas.
Prostituyes la satisfacción genuina de tu proyecto, convirtiéndola en algo necesariamente productivo, desconectado de tu corazón, con lo que pierde todo su valor gratificante.
Y al olvidar el corazón que pones en ello, pierdes la oportunidad de lograr lo que tanto anhelas: “sentirte valiosa para ti misma”.
Te prohíbes regalarte satisfacción personal, porque esa no se ve, nadie la ve, y por eso, incluso cuando haces algo desde el corazón, como crear tu escuela de baile, para ti no cuenta.
Para que sume en tu propia valoración, en tu autoestima, es necesario que seas capaz de hacerlo sin esperar ningún tipo de recompensa externa, que lo hagas para ti.
Para que dejes de envidiar lo que hace tu amiga, no es necesario que obtengas todo lo que ella tiene, sino que tú te permitas darte lo único que necesitas, tu propio reconocimiento.
Cuando logres construir tu proyecto en comunión con tu necesidad y por ningún otro motivo, obtendrás el reconocimiento de verdad importante, el tuyo propio, y sólo entonces dejarás de envidiar al otro.
Tu envidia no se resuelve persiguiendo lo que tu amiga tiene, sino dándote tú lo que te hace sentir a ti valiosa. En este caso tu propio reconocimiento.
La envidia se resuelve integrando tu sombra, permitiéndote lo que no te permites.
En este caso, la envidia de Isabel se resuelve permitiéndose “tocarse las narices” sin sentirse culpable.