Imagina que te levantas de la cama y piensas: “hoy es el primer día de mi vida”.
Ya sé que si estás leyendo esto, hoy ya no lo vas a poder hacer, pero puedes intentarlo mañana en cuanto abras los ojos.
Esta puede ser tu primera idea, tu primer pensamiento. Si tú quieres puede serlo.
“Hoy es el primer día de mi vida”…. así lo he decidido.
- No tengo pasado.
- No recuerdo nada, ni quiero hacerlo.
- Me siento muy ligero, me veo sonriente.
- Puedo hacer a partir de este momento lo que quiera con esta vida que tengo.
Y… ¿qué vida tengo?
Ahora toca hacer un pequeño repaso de lo que tienes. Sin juzgar nada, por favor.
- Me llamo “fulanito”.
- Estoy en una casa caliente y en una cama confortable. En mi caso, tengo muchos animalitos pidiendo que les de los buenos días, y una cafetera esperando como loca que le dé al botón del café largo, el primero de la mañana.
- Además, veo que tengo unas cuantas cosas que hacer hoy, pero las voy a hacer como si hubiera perdido la memoria. Sin recordar si me gustan o no, sin adivinar lo que va a pasar porque ya he vivido situaciones parecidas, sin juicios ni opiniones del pasado.
¡Esta mañana resulta que mi memoria se fue de vacaciones!
Simplemente voy a organizar lo que tengo que hacer, y me voy a poner a ello con todas las ganas del mundo, y sin más.
Me siento un poco como Antoñita la fantástica, lo reconozco. Pero… ¿quién ha dicho que sea malo sentirse así?
Seguro que tengo por ahí escondidos recuerdos de otras mañanas con prisas, seguro que si lo pienso ya sé cómo me voy a sentir después de desayunar. Seguro que si me dejo llevar, dentro de un rato me van a entrar las prisas por hacer ciertas cosas, y el agobio de no querer hacer otras. El juicio de que esto es un rollo y lo otro no merece la pena, seguro…
Prohibido pensar más. Hoy sólo voy a ir haciendo las cosas a mi ritmo, sin pretender nada, ni contarme muchas historias.
Va pasando la mañana, y es increíble, porque al contarle a alguien que «hoy es el primer día de mi vida«, aparte de mirarme como si fuera un marciano, lo cierto es que cada vez me lo creo más.
- Que bien esto de perder la memoria y no reprocharme nada.
- Que bien que las personas no me recuerden situaciones del pasado que no quiero repetir.
- Que bien esto de dejarme sorprender continuamente.
- Durante todo el día sin saber qué voy a sentir por adelantado, y sin juzgar nada. ¡Qué bien!
¡Qué día más estupendo!
- No tengo miedo porque no recuerdo cuando tuve miedo.
- No tengo prisa porque no quiero llegar a nada en concreto.
- No tengo sensación de vacío porque no quiero estar en ningún lugar diferente al que estoy ahora mismo.
- No tengo angustia porque no estoy intentando estar mejor ni peor de lo que estoy.
- No tengo tristeza porque no recuerdo ningún momento mejor, ni lo añoro.
- No tengo soledad porque no me he planteado si ahora mismo estaría mejor acompañada o no.
¡Resulta que tengo una buena colección de “no tengo´s”!
¿Y cuáles son los “si tengo”?
- Tengo ligereza.
- Tengo alegría.
- Tengo ilusión.
- Tengo tranquilidad.
- Tengo sensación de que todo es efímero, pero no me inquieta.
- Tengo ganas de estar como estoy y donde estoy.
¿Y qué más necesito?
- Me gustaría saber que mañana puede ser igual.
- Me encantaría contar con esta sensación todas las mañanas.
- Me encantaría aprender a desprenderme del peso del pasado, de la idea que tengo de mí, y de las historias que me cuento cada día como un mantra, y no me sirven más que para agotarme antes de empezar a hacer nada.
- Me encantaría aprender a vivir con más ligereza y no adivinar tan deprisa lo que va a suceder.
- Me encantaría conservar la inocencia necesaria para no sentir que ya está todo escrito, y no hay en mi vida lugar para la sorpresa y la ilusión ilusa e ingenua, y lo nuevo y desconocido.
- Me encantaría no recordar lo que me vas a responder cuando yo te pregunte.
- Me encantaría dejar tiempo cada día para mirar el cielo, a falta de mar y montañas.
Buenos días, esta genial el articulo, te felicito.
Hola Alicia,
Muchas gracias, me alegro que te guste.
Ponlo en práctica y nos cuentas qué tal.
Un abrazo