Deja de impresionar, y verás lo bien que te sientes siendo más tú.
Mario se ponía muy rígido, lo notaba en su cuello y en su espalda. Cada vez que llevaba a su perro a la clínica veterinaria, le sucedía lo mismo.
Iba tan pendiente de lo que tenía o no que decir, que no resultaba natural. Y esto es lo que se veía por fuera, porque por dentro Mario era un sunami de emociones.
Miedo, ansiedad, vergüenza, y sobre todo y por debajo de todo, su INSEGURIDAD. Temblaba sin temblor, y enmudecía antes de hablar. Y para colmo no sabía si su cara reflejaba el volcán que se desencadenaba dentro de él cuando le tocaba pasar a consulta y empezaba a sudar.
¿Crees que Mario iba preocupado por su perro?
No, lo cierto es que su perro era la excusa para volver una vez más a la clínica, porque el interés de Mario no estaba en la salud de su mascota, sino en la veterinaria del centro, Yolanda.
Detrás de cada palabra que Mario articulaba había una doble intención.
“¿Tú también tienes perro?”
“¿Y dónde le llevas a correr?”
Preguntas sencillas a las que ella daba respuestas también sencillas.
“Sí, yo tengo un galgo, y le saco sobre todo los fines de semana a correr al campo”.
Respuestas que dejaban a Mario tan insatisfecho como frustrado.
“¿por qué no era más concreta?, ¿por qué no le invitaba a ir con ella un fin de semana?”.
Tú y yo lo tenemos claro, la probabilidad de que Yolanda respondería a Mario como él quería, era de del 0,01 %, pero nosotros lo vemos desde el sentido común que da la distancia de la situación.
Mario quería gustar a Yolanda como fuera. Está claro, pero este no era el motivo de su torpeza.
Su frustración no venía de la poca pericia de Yolanda para darse por aludida, ni de que la consulta durase sólo 15 minutos, ni siquiera de que Mario no hubiera dicho todo lo que llevaba pensado.
La insatisfacción de Mario le venía de no ser él mismo.
De intentar representar un papel desde entraba por puerta de la clínica.
2.- A la vez Mario estaba esperando algo imposible de Yolanda: que entendiera la doble intención de sus palabras. Cuando él decía “¿dónde llevas a correr a tu galgo?”. En el fondo quería decir, “me encantaría que quedásemos el domingo para llevar juntos a nuestros perros a correr”.
3.- También desde su confusión, Mario interpretaba cualquier reacción de Yolanda sesgadamente. “Qué borde es, ni me ha mirado cuando le he preguntado por su perro”.
Decepcionado, Mario decidió no insistir más con Yolanda, así que en las siguientes visitas dejó de intentar caerle bien, ni le hizo llegar ningún mensaje subliminal.
¿Y qué crees que pasó?
Lo que estás pensando.
2.- Para su sorpresa, Mario recibió el reconocimiento que esperaba de ella, y fue comprobando cómo la atención de Yolanda, que tanto había deseado, ahora era algo que recibía de forma natural.
3.- Mario se empezó a sentir más seguro. Y aprendió que la confianza que creía que le faltaba, le venía precisamente de haber dejado de esforzarse por caer bien. Al no preocuparse de lo que Yolanda pensase de él, Mario se mostró como era y esto Yolanda lo percibió como una actitud sincera.
- Si voy confiado en mí, recibo confianza porque transmito confianza.
- Si voy como soy, el otro me percibe como auténtico y desde ahí puede que le guste o no, pero no se pondrá a la defensiva.
Lo siento, pero como esto no es Disney, no os voy a contar que Mario y Yolanda terminaron felices comiendo perdices, porque lo importante es lo que Mario aprendió.
Cuando dejo de esforzarme por caer bien, gustar y ser reconocido, sucede que me comporto como soy,
y desde este lugar, puede que guste o no, y que el otro aprecie lo que soy o no,
pero en cualquier caso me sentiré a gusto conmigo.
Seré como soy, y permitiré al otro que sea como es.
Y si coincidimos será estupendo, y si no será mejor no habernos engañado.