No sé si existe dios o no, lo que sí sé es que ni tú ni yo somos dios.
Además, si lo piensas bien, ser dios debe ser muy cansado.
Yo diría que ser dios es agotador.
Todo el tiempo preocupado de que las cosas salgan “bien”. Todo el tiempo alerta y pendiente. Y, ¿para qué?
A veces somos dios por naturaleza. Es algo que traemos de fábrica, y otras nos volvemos dios por las circunstancias. Alguna situación continuada: un trabajo donde las cosas no se hacen bien, el cuidado de un familiar durante mucho tiempo, etc… Son escenarios, que sin darnos cuenta, nos sensibilizan. Y a partir de ahí, no podemos bajar la guardia, tenemos que asegurarnos de que todo se mantenga y que nada falle, tenemos que vigilar.
Cuando asumo el papel de dios, me vuelvo un especialista en observar, sobre todo a los demás y sus conductas.
Visto desde fuera, puedo parecer un paranóico que ve riesgo en todas partes, aunque no lo haya. Un personaje molesto que critica y censura. Un listo que todo lo sabe. Un dios que todo lo magnifica y lo exagera. Un especialista cargado de argumentos imposibles de rebatir, que invierte gran parte de su tiempo en desarrollar un discurso inmaculado y consistente.
¿Dónde está el límite?
Cuando mi atención se va al mundo, cuando me preocupo más de la paz mundial que de lo que me rodea y mis circunstancias, es que ya estoy traspasando el límite razonable de mi propia responsabilidad.
La clave está precisamente en esto que llamo RESPONSABILIDAD.
Pero veamos algunas actitudes…
- En un extremo está el que cierra los ojos, y para no sentirse mal y no comprometerse, mira continuamente hacia otro lado, adoptando una ACTITUD PASIVA ante todo. “No quiero ver porque así no siento, y no tengo que hacer nada”. Su vida gira en torno a lo que le sucede, está a expensas de las situaciones y de los demás, mientras se cuenta que así se garantiza no pasarlo mal. El resultado de esta falta de compromiso es la desconexión progresiva de la propia vida. La desgana hacia todo se convierte en ceguera hacia mi, en ausencia de conciencia de mi propia existencia.
- En el otro extremo está el que busca sin tregua que todo esté en orden y se mantenga dentro de unos cánones. Ambiciona que el mundo sea más justo, y tiene la expectativa continua de alcanzar la perfección más allá de lo que está en su mano. Para mí este es dios. Es “el que todo lo puede”, y si ve que no lo abarca, se desespera, tiene ANSIEDAD, y vive permanentemente insatisfecho y a la defensiva. Su ACTITUD ACTIVA, pero en exceso y sin acción. El resultado de este estado perpetuo de tensión, es el agotamiento existencialista y la ansiedad que poco a poco se va generalizando al mantener unas expectativas demasiado ambiciosas.
- Y en algún lugar entre ambos extremos, se encuentra el que, sin cerrar los ojos, lo ve todo, pero en lugar de pretender ser omnipotente, es mucho más realista y pasa a la ACCIÓN. Calibra su campo de influencia, respeta sus propios límites. Planifica lo que puede hacer, manejándose en unos términos prudentes y alcanzables. Se mide, se observa, se siente y desde este lugar, y no más allá de sus posibilidades y sus deseos, es desde donde actúa. Una ACTITUD PROACTIVA que trae consigo un sentido firme de la responsabilidad, consistencia emocional y una autoestima que se sostiene en su propia coherencia.
¿Y qué puede llevarte a convertirte en dios?
Pues como te decía, puede ir en tu naturaleza, y el destino haga que determinadas circunstancias despierten en ti el instinto de “todo lo puedo y todo tengo que cargármelo a mis espaldas”
- Si te fijas, lo que tienen en común todos los dioses que te encuentres por ahí, es la decisión más o menos consciente de centrar sus energías y todo su potencial en lo de fuera más que en lo de dentro.
- Los dioses en algún momento de su vida, deciden poner el foco de atención en lo exterior, y más allá de su posible campo de acción, porque poner el foco en su vida y sus circunstancias les resulta demasiado doloroso.
Muy probablemente, una sensación de IMPOTENCIA antes sus propios conflictos, es lo que desencadena en personas activas y despiertas la necesidad de hacer algo en algún terreno, y eligen lo de fuera, en lugar de dirigir su mirada a lo que les limita y les hace sufrir.
El más grande de los respetos para todos los dioses de carne y hueso que camináis o caminamos con un peso enorme a nuestras espaldas, y la mejor de mis intenciones al recordar aquí que, asumir más responsabilidad de la que nos toca es igual de contraproducente que no asumir ninguna o muy poca.
Démonos permiso para dejar de ser dioses que todo lo pueden,
bajemos la guardia y dejemos de querer controlarlo todo, porque el mundo nos lo va a agradecer y nuestra salud física, mental y emocional aún más.