Escucha tu cuerpo
En dos ocasiones me he peleado abierta y ferozmente con mi cuerpo.
Una primera, cuando la anorexia me llevo a maldecir cualquier exceso en mi cuerpo con todas mis ganas, y una segunda, cuando sentí que mis pies me fallaban y desee rabiosamente que mis piernas terminasen en mis rodillas, y no más lejos.
Ambas etapas fueron batallas intensas que libré con un fuerte sentimiento de escisión.
“Yo no quiero este cuerpo”, me repetía.
No me identificaba con él lo más mínimo. Le repudié y renegué de él sin parar. Quería deshacerme de su forma y sus sensaciones, su dolor, sus necesidades… Le exigía que fuera de otro modo, más esbelto, con menos curvas, más alto, sin dolor, más fuerte y ligero, con otro color,… nada o casi nada de él me valía.
Si hubiera podido aniquilarle sin perder la vida, no hubiera dudado un segundo en hacerlo.
Entonces no entendí los motivos, pero tenía muy claro que mi cuerpo me estaba fallando. Me había decepcionado profundamente y no me servía.
Comprendí lo que me sucedió cuando leí a Ken Wilber explicando en “La conciencia sin fronteras” lo que nos sucede cuando tratamos de responder a la pregunta: ¿quién soy?.
Necesitamos trazar una línea o límite mental, y a todo lo que queda dentro de ese límite lo percibo como “yo mismo”, mientras que todo lo que está por fuera del límite queda excluido del “yo mismo”.
Soy un ser humano y no una silla, y lo sé porque consciente o inconscientemente trazo una línea que separa a los humanos de las sillas y puedo reconocer mi identidad con los primeros. En general, uno llega a percibir “soy esto y no aquello” mediante el procedimiento de trazar una línea limítrofe entre “esto” y “aquello”, y después reconoce su identidad con “esto” y su no identidad con “aquello”.
Existen unas divisiones que son fácilmente reconocibles. La frontera más común que trazan los individuos es la de la piel, que envuelve la totalidad del organismo. Aparentemente se trata de una demarcación entre lo que uno es y lo que no es, que goza de universal aceptación. Todo lo que está dentro del límite de la piel es de alguna manera “yo” mientras que todo lo que está fuera de ese límite es “no yo”.
Algo que esté fuera del límite de la piel puede ser “mío”, pero no es “yo”. Por ejemplo reconozco “mi” coche, “mi” trabajo, “mi” casa, “mi” familia, pero desde luego nada de eso es directamente “yo” de la misma manera que lo son todas las cosas que están dentro de mi piel.
Otro límite sumamente común sucede en el interior mismo del organismo.¿Siente que usted es un cuerpo, o siente que tiene un cuerpo?. La mayoría de los individuos sienten que tienen un cuerpo como si fueran sus dueños o propietarios tal como pueden serlo de un coche o una casa. En estas circunstancias, parece como si el cuerpo no fuera tanto “yo” como “mío”, y lo que es “mío”, por definición, se encuentra fuera del límite entre lo que uno es y lo que no es.
La persona se identifica más íntimamente con una sola faceta de la totalidad de su organismo, y esta faceta, que siente como su auténtica realidad, se conoce con diversos nombres: la mente, la psique, el ego o la personalidad.
Biológicamente, no hay el menor fundamento para esta disociación o escisión radical entre la mente y el cuerpo, la psique y el soma, el ego y la carne; pero psicológicamente, la disociación adquiere caracteres de epidemia. Más aún, la escisión mente-cuerpo y el consiguiente dualismo es un punto de vista fundamental de la civilización occidental.
Incluso San Francisco se refería a su cuerpo como al «pobre hermano asno”, y de hecho, la mayoría de nosotros nos sentimos como si cabalgáramos a lomos de nuestro cuerpo, y éste fuera un asno o una mula.
No hay duda de que esta línea limítrofe entre mente y cuerpo nos es ajena, no se haya en modo alguno presente desde el nacimiento. Pero, a medida que un individuo va avanzando en años y comienza a trazar y a reforzar la frontera entre lo que es y lo que no es, empieza a considerar el cuerpo con emociones encontradas.
¿Debe incluirlo directamente dentro de los límites de lo que es él, o habrá de considerarlo como territorio extranjero?. ¿Por dónde debe trazar la línea?. Por una parte, y durante toda la vida, el cuerpo es fuente de placer es, desde los éxtasis del amor erótico a las sutilezas de la alta cocina y al arrobamiento de los crepúsculos: todo nos llega por mediación de los sentidos corporales. Pero por otra parte, el cuerpo alberga el espectro amenazante del dolor, las enfermedades, las torturas del cáncer.
Para un niño, el cuerpo es la única fuente de placer, y al mismo tiempo es la primera fuente de dolor y de conflicto con los padres. Y además, el cuerpo fábrica continuamente productos de desecho que son una fuente constante de alarma y ansiedad para los padres. Mojar la cama, los movimientos del vientre, el sonarse las narices… todo es un lío increíble. Y todo se relaciona con eso… con el cuerpo. Va a ser difícil decidir dónde se traza la línea.
Pero en general, cuando el individuo llega la madurez ya se ha despedido afectuosamente del «pobre hermano asno». Cuando termina de establecerse el límite entre lo que uno es y lo que no es, el hermano asno está decididamente del otro lado de la cerca. El cuerpo se convierte en territorio extranjero, casi tan extranjero como el propio mundo exterior, aunque nunca del todo igual.
La frontera se traza entre la mente y el cuerpo, y la persona se identifica sin más ni más con la primera.
El individuo se identifica con una imagen mental de sí mismo, y con los procesos intelectuales y emocionales que van asociados a dicha imagen. Siente que es un yo, un ego y que por debajo de él cuelga su cuerpo.
Wilber continúa su analisis hasta señalar cinco niveles principales de identidad, y termina concluyendo que:
Cada nivel del espectro representa un tipo de estrechamiento o de restricción de lo que el individuo siente que es el mismo, su verdadera identidad. Cuando un individuo dibuja los límites de su alma, establece al mismo tiempo las batallas de su alma. Cada línea limítrofe es también una línea de batalla, y en cada nivel el enemigo es diferente.
- Estaba claro, en ambas ocasiones yo había dibujado una línea, y mi cuerpo se había quedado fuera de lo que “yo” era porque no se estaba ajustando a lo que esperaba.
- Solo superé ambos procesos cuando dejé de repudiar mi cuerpo y por fin comprendí que lo que a él le sucedía, era la manera de expresar lo que yo llevaba dentro.
Hace mucho tiempo que ya no le percibo con ajeno. No es para mí un gran cubo de basura donde echar mis frustraciones, ni tiene la obligación de soportar todas mis inseguridades, porque ya forma parte de mí. Es mi compañero, mi carcasa, el vehículo que me permite estar en este mundo, y sólo por eso se merece todo mi respeto y mi cariño.
Sin él, yo no estaría aquí.
Este video nace de la increíble sensación de haber roto las barreras que construí cuando mi cuerpo dejó de gustarme, y ojalá te inspire si de alguna manera sientes que en este momento de tu vida estás peleado con tu cuerpo.