Felicitaciones para el dia de la madre a todas las madres
Y feliz día a los hijos e hijas de esas madres maravillosas y que tanto ha influido en nuestras vidas, ¿o en tu caso no es así?.
La relación con las madres es el tema más recurrente tanto en terapia como en cualquier taller.
Aunque se trate de una formación de empresa, en cuanto el diálogo se hace más íntimo, todos, absolutamente todos, terminamos hablando de nuestras madres.
Si, has oído bien, todos, hombres, mujeres… es lo mismo, en cuanto nos dejan, nos ponemos a hablar de nuestras madres con una pasión que no se puede comparar con nada.
Bien porque nos hayan motivado o bien porque nos hayan marcado para toda la vida, las madres están detrás de gran parte de lo que somos y de cómo nos relacionamos con el mundo: nuestros hijos, parejas, maridos, esposas…
Así que ya toca hablar de la manera de ponerle fin a una relación que nos mantiene atrapados a problemas no resueltos de nuestra infancia o nuestra adolescencia.
Pero pongamos las cosas en su sitio.
No es que las madres sean omnipotentes, ni que tengan poderes hipnóticos, lo que sucede es que son nuestro referente desde la más tierna infancia y eso es lo que les otorga ese poder sobre nosotros,
1. Si nuestra infancia ha sido complicada, seguramente nos ha faltado el cariño de nuestra madre.
No es que ella no nos haya querido, no estoy diciendo eso, mucho cuidado.
Es que de la manera que lo ha hecho, a nosotros no nos ha servido. No nos hemos sentido queridos y no hemos tenido esa tranquilidad que da saber que cuentas con lo más importante.
Estás de acuerdo, ¿verdad?
2. Sin eso que llamo tranquilidad de sentir que tu madre te quiere, no construimos la CONFIANZA en nosotros que necesitamos.
Dicho de otro modo, si de pequeño tengo que centrar mi atención en que mi madre me de cariño y me mime, lo que hago es que dejo de estar centrado en mí.
Dejo de verme como ser humano, y de decidir por mí, y de pensar en lo que me gusta, y de…
¿Si me falta la comida cómo voy a preocuparme de divertirme? Pues algo así nos sucede cuando no contamos con el referente vital que supone el cariño de una madre (aplicable al cariño de un padre, por cierto).
3. Y a partir de ahí nos podemos pasar la vida peleando porque nuestra madre nos quiera.
No exagero. Puedes tener 70 años y aún estar suspirando porque tu madre te quiera o te quisiera. Aunque ya no viva, en tu discurso seguirás contándote que no te quiso.
Y esto duele…
4. Y lo peor de todo es que no solo duele, sino que no puedes dejar de pensar en ello.
Te condiciona, te hace dependiente del cariño de otras personas, porque lo que tú anhelaste, anhelas y anhelarás es ser querido.
Si, ser querido por esa madre que ya no puede quererte y que nunca te quiso como tú esperabas.
¡Tiene solución!,
mira lo que te propongo…
1. Ponte en el lugar de tu madre durante unos segundos aunque te duela.
2. Siente cómo te siente y te sintió ella cuando eras pequeño.
3. Ten coraje para descubrir si eras poco importante.
Si se le quedó grande eso de ser madre, si no quería serlo, o simplemente si te quiso como sabía, como buenamente había aprendido. ¿Como la habían querido a ella, quizás?
4. Deja de leer y por favor siente esto todo el tiempo que necesites.
Porque sólo acercándote a lo que fue para ella eso de ser madre, podrás comprender por qué te quiso como te quiso, incluso por qué no te quiso.
Era humana y tenía todo el derecho (como tú y cómo yo) a quererte como lo hizo. Lo siento, pero es así.
Nadie debe juzgar cómo le han querido, sin reconocer a la vez que cada uno quiere como quiere y punto.
¿Y ahora qué?
5. Pues ahora sólo puedes hacer una cosa: ACEPTAR esto que te cuento.
No te digo que te resignes, ni que la perdones, ni nada de eso.
Te digo que sientas esta realidad, y conectes con ella sin huirla, hasta que un buen día tu corazoncito deje de querer que las cosas hubieran sido de otra manera. Hasta que no te duela no haber sido querido como te hubiera gustado.
Lo siguiente…
6. A partir de aquí, tú decides cómo quieres que sea la relación con tu madre.
Desde tu lugar, desde tu sentimiento de rabia, de venganza, de impotencia, de asco, de ilusión, de amor… de lo que sea.
Todo vale porque tu corazón no juzga lo que sientes hacia tu madre, es tu cabeza la que se desvive.
7. Sigue tu sentimiento y haz lo que tengas que hacer.
Habla con ella, échale en cara lo que lleves dentro, déjala de hablar, véngate, distánciate, abrázala…
Procura no hacerle un daño innecesario, se honesto contigo, busca la ecuanimidad, desahógate con un cojín, da patadas al aire… Maneja tus reacciones, pero haz lo que tengas que hacer.
¿Hasta cuándo?
¡Hasta que te aburras!.
Hasta que sientas que ya no te queda nada por probar, hasta que te convenzas de que te quiere como te quiere…
Puede que logres mejorar tu relación con ella, o no… y esto también te va a tocar aceptarlo.
Lo que si lograrás si sigues estos consejos, es dejar de luchar con tu necesidad de ser querido.
8. ¡Coge aire y siente ahora este dejar de luchar!
Si lo haces, encontrarás la tranquilidad que buscas al margen de que logres mejorar tu relación con tu madre o no.
Dejará de dolerte el pasado, y por fin vivirás la relación del presente con conciencia de lo que es, de lo que puedes esperar de tu madre y de lo que estás dispuesto a ofrecerle.
Por fin podrás construir una relación saludable, sin expectativas imposibles, sin falso cariño, sin hacer lo que no quieres, sin mentiras…
Para sanar tu corazón por no sentirte querido por tu madre no hay otro camino que este de revisar, tomar conciencia, aceptar y construir una nueva relación (aunque ya no te acompañe).
Lo repito:
¡Feliz día de la madre! a todas las madres, y feliz día a los hijos e hijas de esas madres maravillosas y que tanto ha influido en nuestras vidas.