¡ La vida sabe mejor si aprendes a saborearla!
Cuando piensas en tu vida, ¿qué sabor te viene a la boca?
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¿Acido como el limón?
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¿Dulce y refrescante como una naranja sabrosa?
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¿Amargo como la rúcula?
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¿Sugerente como el café?
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¿Empalagoso como la miel?
En nuestro día a día si te fijas, se repiten los sabores.
Decimos “que no te amarguen la existencia”, hablamos de “endulzarnos la vida”.
Estamos preocupados, tristes, agobiados, atascados en un problema al que no vemos salida, y esto nos deja al final del día una sensación, un poso de sentimientos, UN SABOR.
Como después de una buena comida o de un chocolate con churros, el sabor nos queda para un rato.
Y los días pasan y si no hacemos nada para que las cosas cambien, seguiremos igual.
El sabor amargo de la frustración, el hambre de la soledad, el ácido de la rabia o el vacío del pan sin sal, se nos quedan dentro imposibles de sacar de nuestro paladar.
Se repiten las situaciones un día tras otro y al final, si nos preguntan, resulta que la vida nos sabe a eso.
Y lo que en principio era un regusto, termina siendo el sabor de nuestra vida, con el que paladeamos ya todo.
Un actitud, una forma de ser que se forja a fuerza de no probar nada distinto.
Aburridos de que todo nos sepa a lo mismo, terminamos confundiendo sabor con ser, y nos creemos que somos así, y que este es el único modo de interpretar lo que nos sucede.
No te equivoques, la vida te sabe a lo que te has acostumbrado.
Pero puedes hacer que la incertidumbre no te margue y que la soledad sea más dulce.
- Puedes aprender a interpretar las cosas de otro modo.
- Puedes sentir de nuevo en tu paladar los sabores de la infancia, a chuches, a bombón, a helado de fresa… o a croquetas si lo prefieres.
- Una acción nueva te puede refrescar y hacer que el sabor de tu vida cambie.
ENDULZA tu vida:
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El momento es ahora.
No mañana ni pasado, sino ahora mismo puedes empezar a sentir todo lo que te rodea, y conectar con el aire, y el olor, y el espacio, y la luz,… y lo que hay.
Siente la temperatura del ambiente.
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Escucha los sonidos, todos, absolutamente todos.
Sin juzgarlos, como si fueras un niño que se tapa los oídos con las manos huecas para oír el mar. ¿No lo has probado? Pues hazlo ya, y verás cómo suena el mar en el hueco de tus manos.
No es momento de distraerte, todo lo contrario, es momento de sentir lo que te rodea, lo hay en este mismo instante.
¿No te ha pasado nunca? Tienes algo importante: un examen de una oposición, un juicio, una presentación en público, algo donde te vas a ver expuesto, y además de estar aterrado, te sucede que todos tus sentidos se amplifican y percibes lo que te rodea un millón de veces más intenso?
Es como si llegaras de Marte y todo te resultara emocionante y extraño a la vez.
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NOTICIA: No hace falta que vengas de Marte para sentir intensamente lo que hay ahora mismo, sólo basta con que te lo propongas.
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Muévete lentamente,
date cuenta de cada movimiento de tus manos, tus brazos y todo tu cuerpo. Muévete a cámara lenta, y verás cómo el tiempo ya es algo ajeno a ti.
No hay prisa, no hay futuro, sólo hay presente. Pero un presente ahora consciente.
Y ahora, ¿a qué te sabe el presente?
- ¿Notas algo distinto en tu paladar?
- ¿A qué sabe tu sorpresa?
Si recibes lo nuevo como algo que simplemente sucede, si dejas que las situaciones transcurran sin que tus miedos intenten sujetarlas, si te entrenas en este cambio de actitud ante tu propia vida, probablemente tu paladar te lo agradezca y descubras nuevos sabores, algunos olvidados y otros desconocidos.
Y a base de saborear cosa nuevas, la vida te irá dejando un nuevo sabor de boca, te acostumbrarás a su frescor o su dulzor, y cuando algo nuevo te llegue no te importará probarlo y descubrir a qué sabe.
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Endulza tu vida con propósitos que te apasionen.
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No rechaces los sabores nuevos, deja que te sorprendan.
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Saboréala, deja que la vida empiece a saberte mejor.