Oliver Clerc reflexiona en su obra “La rana que no sabía que estaba hervida“, acerca de la salud, lo social, y el medio ambiente, y nos transmite mensajes muy inteligentes usando esta y otras alegorías, sobre la conciencia, los procesos de cambio, las interpretaciones de la realidad y todo lo que tiene que ver con la evolución humana. Te recomiendo esta obra.
En concreto la fábula de la rana nos advierte de los cambios que poco a poco se van produciendo en nuestras vidas y son imperceptibles.
Porque la rana no muere debido a que el agua esté cada vez más caliente, muere porque (aparentemente) pierde la capacidad de saltar aún cuando se da cuenta de que se está hirviendo.
La historia es esta:
Imagina una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. Se está calentando la cazuela fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana, esto le parece bastante agradable, y sigue nadando.
La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que puede gustarle a la rana. Pero ella no se inquieta, y además el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia.
Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar, a tratar de adaptarse y no hacer nada más.
Así, la temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada, hasta el momento en el que la rana acabe hervida y muera sin haber realizado el menor esfuerzo por salir de la cazuela.
Si la hubiéramos sumergido de golpe en una cazuela con el agua a 50 grados, de una sola zancada ella se habría puesto a salvo, saltando fuera del recipiente.
Ya lo ves…
En relación a la pareja esto explica la degradación progresiva que sucede en muchas relaciones cuando se acumulan los silencios, las incomprensiones, y los rencores sin ser comentados con franqueza para buscar soluciones.
Siempre que existe un deterioro lento, tenue, y casi imperceptible, tan sólo una conciencia muy aguda o una memoria excelente permiten darse cuenta de ello, o bien un patrón de referencia que haga posible valorar el estado de la situación.
Estos son los 3 elementos imprescindibles: Conciencia, Memoria y Patrón de Referencia.
CONCIENCIA
Porque sin conciencia nos movemos únicamente por nuestros instintos y nuestros automatismos. Somos acción – reacción, y nos falta la capacidad intervenir y decidir.
Sin conciencia no hay pensamiento verdadero, ni existe reflexión. El hombre inconsciente está dormido, por eso se llama “despertar” a ese paso necesario en cualquier filosofía, religión o tendencia que pretenda hacernos más humanos y menos animales.
MEMORIA
Sin la memoria no podríamos apreciar las evoluciones sutiles que se producen a un ritmo muy lento dentro y alrededor de nosotros. Sin ella no podemos hacer comparaciones, no podemos discernir, y por lo tanto no hay evolución posible.
PATRÓN DE REFERENCIA
Y sin tener un patrón de referencia no podremos apreciar cómo está cambiando nuestra situación y nuestro entorno.
Si prefieres escucharme puedes hacerlo desde el reproductor que está justo debajo o suscribiéndote de forma gratuita a “Tú decides cómo quieres ser” a través de iTunes.
La rana termina cocida porque no tiene otro termómetro más que su piel para apreciar la elevación gradual de la temperatura. Es decir, carece de un patrón de referencia fiable que le permita apreciar cómo está cambiando su situación.
Pero…
-
¿Qué referencias tenemos nosotros?
-
¿Cómo valoramos la “temperatura ambiente”?
-
¿En qué criterios nos basamos para determinar nuestra calidad de vida, nuestra salud y la salud de la sociedad?
-
¿Sabemos cuáles son las influencias socioculturales, familiares y religiosas?
Lo cierto que es damos por auténticas nuestras propias valoraciones, sin tener en cuenta que son totalmente subjetivas.
Nuestra confianza es excesiva y esta es la causa de que las cosas se degraden sin que reaccionemos.
Por lo tanto, necesitamos un sistema de referencia que nos proporcione un LÍMITE NO NEGOCIABLE y sobre todo, un IDEAL hacia el cual dirigirnos porque si no tenemos claro que podemos mejorar, ¿cómo vamos a progresar?
Apliquemos estos 3 elementos al caso de un duelo:
- Cuando tenemos una pérdida, sin no tuviéramos conciencia de que es un proceso doloroso, en el que vamos a pasar por diferentes etapas, y sobre todo, si no supiéramos que debemos respetar cómo vamos sintiéndonos, pues creeríamos que nunca vamos a salir de ese dolor.
- Sin memoria para poder comparar como nos sentimos cada cierto tiempo no seríamos capaces de apreciar los cambios sutiles pero importantes que van surgiendo poco a poco en nuestro interior, y por lo tanto podríamos desesperarnos creyendo que no habrá salida.
- Y sin tener un patrón de referencia de otras pérdidas quizás menos significativas como la ruptura con un amigo, o el haber tenido a alguien cerca que pasó por lo mismo, sin duda nos costará mucho más darnos cuenta de nuestra evolución.
Pero, ¿cómo se ven afectados estos 3 elementos por nuestro entorno?
- Puede que nuestra conciencia esté adormecida por el exceso de estímulos en el que vivimos.
- Es posible que nuestra memoria se embote con tantas informaciones inútiles que nos llegan por todas partes.
- Vivimos en una época donde escasean las referencias estables.
Por eso inconsciente, amnésica y embotada, a la rana no le queda ya más que esperar pasivamente la cocción.
El gran peligro es que a medida que una situación se deteriora, también perdemos las facultades que nos permitirían darnos cuenta de ese deterioro. Es el punto sin retorno.
Hay situaciones sin retorno y personas sin retorno. Que no tienen una enfermedad mental, pero sí una incapacidad para retroceder de donde están.
Se han hecho insensibles a cualquier ayuda. Es la ceguera psicológica. Podrían obtenerla, pero a base de rechazarla, dejan de verla y esta tozudez termina siendo su condena.
Nuestra conciencia de ahora es limitada, y para no olvidarlo deberíamos cultivar una forma sana de la duda:
La duda del que no se conforma con lo que ve, la que nos incita a verificar, a ir más lejos, a poner las cosas en tela de juicio, y a cuestionarnos nosotros mismos.
Y visto lo visto…
¿Cómo podemos evitar caer en la trampa de la rana en la cazuela?
- No dejando de ampliar nuestra conciencia.
- Ejercitando nuestra memoria para que conservar los elementos de comparación entre el pasado y el presente.
- Acudiendo a patrones fiables para evaluar los cambios. Patrones que no se ajusten a las modas, y las tendencias.
- Adoptando ideales elevados que nos inciten a superarnos.
Con sentido del humor Oliver Clerc propone al final de su fábula pasar del homo sapiens al homo consciens, despierto y consciente, rescatado de la cultura ambiente y a salvo de convertirse en hombre … rana.
No comparto del todo la idea de que si apuras mucho y mides mal tus fuerzas te arriesgas a quedarte sin la energía necesaria para saltar, aunque quieras.
Quizás esta sea una pequeña gran mentira porque para no saltar necesitas decidir no hacerlo, y si tienes energía para no saltar, también la tienes para saltar. Por lo tanto, si no saltas, en mi opinión, no es porque no puedas, es porque sencillamente no quieres. Y este ya es otro tema.
Sin embargo, reconozco que, aunque la capacidad de saltar es recuperable, a veces no lo es la pérdida de conciencia, y sin ella efectivamente no podríamos saltar. De nuevo estaríamos en un punto sin retorno.