Todo empieza el día que hay algo que te hace decir “hasta aquí he llegado”.
Parece que entonces todo se nos viene abajo, y que tenemos que cambiar muchas cosas en nuestra vida cuanto antes.
¡Nos entran las PRISAS por cambiar!
QUEREMOS UN CAMBIO DE VIDA YA
Renegamos de nuestra vida pasada, hacemos balance y no nos gusta el resultado. Concluimos que hemos perdido mucho el tiempo y que no hemos hecho nada en la vida, incluso concluimos que no hemos hecho lo que queríamos.
Cuando en realidad lo que hemos hecho, es lo que nos ha salido, y nos ha salido lo que éramos capaces de hacer, así que para qué darle más vueltas al pasado y para qué hacer balances.
Sin embargo, esta fuerza, esta necesidad repentina de cambiar está muy bien porque puede ser nuestro motor. Pero lo que ya no están tan bien son las prisas. La urgencia es cosa de nuestro ego. Esta parte de nosotros inquieta, esta parte que:
Por un lado quiere seguir donde está, contándose que este lugar no le gusta. De este modo nuestro ego, nosotros, captamos la atención de los que nos rodean. Puede que nos apoyen, puede que nos hagan más caso, puede, en definitiva, que NOS QUIERAN.
Este es nuestro deseo más genuino. Nuestro verdadero motor, el motivo de nuestra existencia. Sin saberlo, claro, suele ser así.
Por otro lado, nuestro ego teme pasarlo mal y por eso cuanto antes cambie todo, mejor. No soportamos la sensación de no hacer nada, de detenernos, por eso si no avanzamos, nos preocupamos, porque algo hay que hacer con tal de no quedarnos quietos.
Y frente a estas ganas de correr, nos dicen que hay que aceptar que estamos donde estamos. ¿Qué significa aceptar que estoy donde estoy?
Vaya cosa más insignificante es esta. ¿Qué tengo que aceptar?. Aceptar no es otra cosa que reconocer que esto de ahora forma parte enteramente de ti.
Que este estar mal, es un trocito tuyo que si te arrancas lo pierdes. Que si te lo extirpan, algo muere con en ti. Y eso que muere es la posibilidad de descubrir para qué te puede servir esa parte que no te gusta.
Tu ansiedad, tu miedo, tu depresión, tu vacío… ¡tienen un sentido!
- Tu ansiedad te cuenta que no estás donde quieres y que además no eres realista, porque se te hace un mundo alcanzar eso que quieres. Baja a la tierra, escucha tu ansiedad y conecta con lo que sí sientes que puedes.
- Tu depresión te dice que te detengas. Que te quedes doliéndote, que te sientas sólo y poca cosa para descubrir qué es lo que realmente deseas. Tu depresión te cuenta que necesitas estar contigo sin juzgarte. ¡Escúchala! porque además en tu caso hay matices que son los importantes para que recuperes las ganas de vivir.
- Tu miedo te dice que vayas despacio. Que seas cauto, que lo que tengas que hacer lo hagas a tu ritmo. Tu miedo te protege, y solo si ves que te paraliza ponle freno. Pero escúchale también, porque forma de ti, y está ahí por algo.
- Tu vacío denota tu creencia de que tienes que llenarte con algo. Como si no estuvieras ya completo. ¿Qué sientes tú que te falta?, ¿dónde buscas para rellenarte?, ¿cómo es que no hay suficiente contigo?, ¿qué crees que perdiste y no encuentras?
¡Lo ves como lo que sientes ahora mismo tiene un sentido!
Lo ves como forma parte de ti, todo eso que ahora te invade, estas sensaciones que te estorban y calificas de desagradables, son maravillosas solo porque son tuyas. ¡Hazlas caso por favor!
¿Ves por qué te digo que nuestro ego quiere hacer cosas?. Porque a él esto de descubrir qué mensaje hay detrás de tu vacío, y tu depresión no le interesa nada. Le quita protagonismo y supondría tenérselas que ver contigo directamente, con tu verdad más absoluta, y eso le desplaza. El prefiere darse importancia y no hacer nada, pero sí aparentar que hace. Por eso nos cuenta que somos grandes cuando hacemos, y pequeños cuando sentimos y no hacemos.
Aceptar estar donde estamos, es una necesidad de nuestro ser, no de nuestro ego.
Indagar en nuestras emociones para encontrarnos, también es tarea de nuestro ser, y le quita todo el protagonismo a nuestro ego.
Entonces, ¿qué sucede?
¡Pues que empieza la batalla campal!
Ante un punto de inflexión en nuestra vida, estas dos partes, ego y ser, comienzan a pelear y nos sentimos en una montaña rusa según quien valla ganando.
El ego lucha porque sucedan cosas, todas buenas y en una dirección: ser más feliz, y tu ser lucha por que le hagas caso simplemente.
Y tú, acostumbrado a vivir todo el día de cara al mundo, pues das mucha más importancia a lo que te dice tu ego. Siempre ha sido así, y ahora también, incluso ahora más que nunca porque se avecinan cambios.
Date cuenta y escucha a tu SER:
1. Un cambio empieza por reconocer dónde estás.
Tú has ido construyendo el lugar donde te encuentras, a poquitos, día a día. Has tomado decisiones, has elegido hacer esto y no lo otro. Has tomado un camino y abandonado otros. Y esas decisiones, pequeñas o grandes, conscientes o no, te han puesto donde estás. Acéptalo y no reniegues de ello más.
2. Descubre lo que te mueve por dentro.
Mira a ver qué sentido tiene tu malestar, qué significado esconde. Tus motivos, tus ilusiones, tus ganas. “No tengo la culpa de lo que me sucede”, de acuerdo, pero si eres responsable de lo que ha sido y es tu vida hoy. Has decidido lo que has decido, y los motivos que te hicieron elegir una cosa y no otra, siguen intactos y continúan siendo los que rigen tu vida.
3. Cuestiónate. Pon en tela de juicio tus motivos y tus creencias.
Analízalos y pregúntate si quieres que sigan siendo estos los pilares de tu vida. Ahora puedes elegir otro hilo. De este ejercicio de airear y quitar el polvo saldrá lo que realmente quieres para ti.
4. ¡Ponte manos a la obra ya!
Basta de excusas. Si quieres quedarte en una excusa, hazlo sin engañarte. Regocíjate en ella, pero no te la creas.
5. Pero no tengas prisas.
Porque si no disfrutas de esta cuestionarte y descubrirte, entonces, ¿qué estás haciendo?. No hay un lugar donde llegar. No hay una vida mejor que alcanzar. Solo hay un vivir hoy y mañana, pero siendo consciente de ti, dando espacio a ese ser que estaba aprisionado y ya casi sin aire.
6. Solo hazte un propósito:
Que cada cosa que hagas, cada cosa que cambies, cada cosa que te suceda ahora, la vivas como nueva y si haces algo diferente no pienses que es mejor ni peor que lo de antes, sino que es lo que ahora sí has decidido.
7. Prueba y equivócate.
Porque no hay equivocación. Hay conciencia, hay decisión, pero no hay error ni acierto. Y si sientes que te equivocas, frena y aparca tu juicio, pero no tu acción. Muévete sin juzgarte porque da igual hacia donde vayas. Lo importante es que no dejes de sentirte y cuestionarte.
8. Y por último, no olvides que un cambio de dentro, a veces se nota fuera y a veces no.
Lo importante es que tu veas que dejas de preocuparte y que lo que estás viviendo ya no necesitas llamarle cambio.
Y tú, ¿estás decidido a cambiar o eliges quedarte dónde estás?