Te merma, te quita, te hace débil, te impide ser contundente, te hace dudar de ti y avergonzarte. Pero lo peor de todo es que:
La culpa te resta toda o casi toda la energía.
Por culpa de la culpa reaccionas de repente como no esperabas, porque salta a la luz justo cuando menos lo necesitas. Es el otro lado de la firmeza y la confianza en ti.
Te sientes EN DEUDA con relación a algo o con alguien, y eso te hace otorgar a las personas y a las situaciones un poder sobre ti.
Es como si fueras adicto y recayeras cada vez que tu culpa resucita.
- La culpa de no pasar el tiempo suficiente con sus hijos es lo que lleva a los padres a no ser consecuentes y consecuentes con sus principios en la educación de sus hijos.
- La culpa de saber que ya no siento lo mismo por ti es la que me lleva a intentar reenamorarme y decirte que estoy haciendo todo lo que puedo y que aún te quiero, cuando en el fondo ya no siento lo mismo.
- La culpa de no haber perdonado a un padre o una madre es la que lleva a los hijos a quedarse en una deuda muy dolorosa el resto de su vida.
- La culpa de no haberme despedido de un ser querido porque en esos momentos estaba muy enfadado/a con esa persona es la que hace que revivas de nuevo el dolor de la disputa y no puedas recordar sin sufrir.
La culpa es ese sentimiento que aviva en nosotros un dolor siempre igual de intenso por mucho que pasen los años, y que cada vez nos lleva a intentar justificarnos sin éxito alguno.
Porque la culpa no se resuelve convenciéndote de que ya no puedes hacer nada, ni de que hiciste lo que pudiste. La mayoría de las veces estas justificaciones no sirven.
Para resolver tu culpa:
1.- Lo primero de todo deja de ponerte paños calientes y reconoce que hiciste algo que tuvo unas consecuencias que no deseabas, pero que lo hiciste y punto.
Piensa que con cada justificación lo único que adelantas es volver a quedarte como estás, es decir, sin resolver tu culpa.
Ya sé que esto duele, pero es el único modo de empezar a limpiar la herida mal cerrada.
Hiciste lo que hiciste y ahora toca aceptarlo. Quizás podrías haber hecho otra cosa, quizás, pero que no fue así. Piensa que tampoco sabes cómo hubiera sido todo en ese caso y ya nunca lo sabrás.
2.- Lo siguiente es reconocer que quizás sí tuviste responsabilidad en lo que sucedió y que quizás te equivocaste.
Esto duele más todavía, pero vuelve a ser la realidad. Saber que no somos perfectos y que cometemos errores que tienen consecuencias forma parte de nuestra propia aceptación como seres humanos.
A pesar de todo, tienes derecho a QUERERTE Y NO QUEDARTE ATASCADO/A.
3.- Y ahora viene la mejor parte. Toca resolver tu culpa con un compromiso. Porque sin acción no hay resolución. La culpa sólo se resuelve en presente y con una acción en el presente.
El perdón de los demás o el tiempo, pueden echarte una mano con tu culpa, pero no son la solución definitiva.
Tu COMPROMISO en hacer ahora algo diferente a lo que hiciste o el compartir lo que has aprendido son acciones proactivas.
Las acciones de castigo o de penitencia o que te avergüencen, de verdad que no sirven, así que puedes ahorrártelas.
Tienes una RESPONSABILIDAD que no puedes olvidar y es la de vivir con un bienestar que te permita estar en el presente y compartir con quien te rodea, sin que tu sentimiento de culpa les afecte.
Piensa que si te abandonas en una depresión o en cualquier otro estado no saludable es muy probable que tu actitud continúe teniendo consecuencias no sólo para ti, sino también para el resto de personas que te rodean.
Y precisamente estamos hablando de consecuencias, ¿no?. No eres el único que las sufre.
Por ejemplo, si te arrepientes por no haberte despedido de un ser querido,
¿A qué te puedes comprometer ahora para resolver tu culpa?
- Quizás te sobró orgullo, y ahora puedes hacer el propósito de dejar de lado tu ego en situaciones semejantes.
- Quizás no escuchaste tu deseo de hablar con esa persona por miedo a perder y que él o ella ganase.
- Quizás temiste que los demás vieran que cedías.
- Quizás…
4.- Sé realista y no te propongas retos imposibles.
Por ejemplo, no te propongas no volver nunca a dejarte llevar por el orgullo. Este sería un objetivo demasiado poco realista.
Es suficiente con que te propongas detectar tu orgullo la próxima vez y ver cómo puedes resolver la situación dejando de lado tu ego y afrontando más abiertamente tus temores.
5.- Observa el lado egocentrista que tiene el quedarte en la culpa.
Si te fijas, te causa mucho dolor, pero también te hace no ver más y analizarlo todo siempre desde ahí. A esto le llamo egocentrismo.
Quizás tu sentimiento de culpa por no haberte despedido de un ser querido te tenga tan centrado en ti que te impida ver ahora que alguien está intentando acercarse a ti y no sabe cómo decirte algo. Esto sería lo mismo que te pasó a ti en su momento, sólo que ahora puede que no lo veas en esa persona.