¡Métete en la vida y no te transformes en lo que no eres!
Será por el calor de estos días, pero a todas las personas que me importan me ha dado por pedirles algo: “no te derritas por favor”
Seguramente estaré proyectando en ellos mi miedo a derretirme. Va a ser que la imagen de bombón apetecible convertido en una masa informe de chocolate que no ha superado el calor, no me atrae nada, ni para mí ni para nadie. ¡Qué barbaridad!
Como la curiosidad me mata, acabo de comprobar en el diccionario mi sospecha. Veo que efectivamente derretirse tiene dos significados:
- licuar, liquidar, fundir, desleír, disolver, licuefacer.
- enamorarse, encariñarse, emocionarse, enardecerse, enternecerse, ablandarse
¡Qué tranquilidad!
Porque parece ser que en cualquier caso, derretirse no supondría más que cambiar de estado.
Yo ya había sacado la conclusión de que derretirse significaba transformarse en algo que no eres. Pero de nuevo la Wikipedia me tranquiliza porque dice que «un cambio de estado supone una transformación de la materia pero manteniendo la composición«.
¿Estás pensando en agua? ¡Yo sí! De nuevo va a ser el calor…
La reina de los cambios de estado es EL AGUA.
“Esencial para la mayoría de las formas de vida conocidas, incluida la humana”, (más Wikipedia).
Tan importante que es el agua para la vida, y fíjate cómo se permite cambiar de estado sin perder su esencia. ¡Qué sabia es!
Ella se mete por rendijas, no deja que la encierren, pero una vez contenida en algo, se adapta y se amolda. Y al tiempo no desaprovecha la más mínima ocasión para escaparse en cuanto puede.
Pensar en ser como el agua me tranquiliza, me hace sentir mejor que pensar en ser como el bombón. Cosas mías…
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¿Cuándo perdemos los seres humanos nuestra esencia?
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¿Cuándo corremos el riesgo de dejar de ser nosotros mismos?
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¿Cuándo, ni como el agua ni el bombón, resulta que nos perdemos?
Como Madre:
Cuando me entrego en un amor incondicional de esos que sólo una madre puede dar. Y hago, y me ofrezco, y ayudo, y dejo que estiren de mí, tanto que prefiero romperme antes que dejar de ser útil porque eso sería dejar de existir.
En Pareja:
Cada vez que me gusta alguien y me enamoro y más allá del deseo natural de gustarle y que me guste, resulta que empiezo a actuar, a ser más amable, menos tímido, más deportista, y cuando me quiero dar cuenta, no me reconozco.
En el Trabajo:
Siempre que cierro los ojos renunciando a mi humanidad en pro de “tener que estar bien” y mantener mi status, negando mi absoluta incapacidad de aunar coherencia interior con puesto de trabajo.
Con los Amigos:
Cuando inconsciente de la magnitud de mi deseo de no estar solo, primero me cuento que voy buscando una amistad sincera sin reconocer las verdaderas necesidades e intereses que me mueven, y luego espero de los demás, lo que ni siquiera yo soy capaz de ofrecer.
¿Y por qué?
Porque detrás de lo que he llamado el deseo natural de agradar y encajar, y ser querido y querer, está algo que me pierde, y lleva a traicionarme por dentro y dejar de ser yo:
El miedo a estar solo, y a que nadie me quiera. El miedo a que nadie cuente conmigo.
¿Dejarías por eso de estar vivo?, ¿dejarías de sentir?. NO, NO y NO. Acude a la religión si quieres, busca en quien creer, sea dios o humano, métete si quieres en una comunidad para abrazar cualquier filosofía, busca todos los aliados que quieras para compartir tu soledad, y cuando te hayas cansado, y estés de vuelta, recuerda esto:
- La soledad acompañada no deja de ser soledad, y eso consuela pero no resuelve.
- Sentirse solo es algo “malo” únicamente si lo juzgas como tal.
- Aprender a sentirte solo es el comienzo para disfrutar de ti, de tu compañía, de tus reflexiones, de tus sensaciones, de lo que los sentidos te traen, de lo que está siendo en cada momento, al margen de tener otro ser humano cerca o no.
Os dejo estas deliciosas palabras de Jeff Foster, en su obra: “Una ausencia muy presente” -una interesante lectura para estos días de calor- hablando de «la búsqueda del hogar», dice así:
«Esto» nunca nos parece suficiente. Jamás hemos sabido relajarnos en lo que está sucediendo. Nunca estamos contentos con esto, siempre estamos esperando un futuro mejor.
«Esto» es la búsqueda, y en este sentido todos somos buscadores porque todos estamos buscando algo.
En el núcleo mismo de toda búsqueda se halla la sensación de no estar completos, y en suma, la sensación de estar alejados de nuestro verdadero hogar.
Es como el anhelo de la ola de volver a fundirse con el océano. Aunque no nos demos cuenta que jamás hubo ola separada del océano. La ola siempre estuvo empapada, siempre fue cien por cien agua.
Esta añoranza se manifestó como el deseo de un coche nuevo, de terne más dinero, de tener ese hombre o esa mujer. Pero, por mundana que fuese esa manifestación, siempre hemos añorado secretamente perder el mundo y zambullirnos en la Vida.
- Solidifícate si quieres, pero date cuenta, que sea una decisión, que asumas las consecuencias, que no te engañes, y te cuentes que te vale lo que sabes bien que no te vale.
- Cambia de estado, pero no te olvides de que YA ESTÁS COMPLETO, y no necesitas buscar nada más. Ni más hogares que te acojan.
- Permite que el buscador que hay en ti, descanse y quédate con lo que te rodea, incluido tú, porque SI ES SUFICENTE con esto.