La ASERTIVIDAD está muy bien, pero todo tiene su momento.
Lo más importante para ser asertivos no es el cómo, sino el cuándo.
Y con el siguiente ejemplo vas a entender enseguida por qué te digo esto.
Marisa está en la sauna de su gimnasio acompañada de dos personas que son amigas entre ellas, pero que ella no conoce.
Cuando ya no aguanta más, una de las señoras, se levanta deprisa y abre la puerta de la sauna para salir. Entonces, cuando ya está fuera, en lugar de cerrarla, se gira, y con la puerta abierta, le pregunta a su amiga si ella también sale.
Marisa observa la escena, y en menos de 2 segundos, en cuanto nota que entra fresquito en la sauna porque está la puerta abierta, se indigna y está a punto de decirle algo a la señora.
La rabia que siente Marisa en este momento seguramente la llevará a decirle algo no muy agradable a la señora, y además de sus palabras es muy probable que acompañe su intervención de un mal gesto y un tono también subidito.
En definitiva, lo más seguro es que Marisa reaccione con más agresividad de la necesaria en esta circunstancia, en la que con un “por favor, puede cerrar la puerta”, sería suficiente, ¿no te parece?.
¡Claro!, pero es que Marisa, ha sentido mucha rabia, ¿recuerdas?
Así que no podemos pedirle que responda de un modo asertivo y tranquilo, porque Marisa en ese justo momento sólo puede responder desde su propia emoción, en este caso la rabia.
A donde voy…
La ASERTIVIDAD está muy bien, pero si la utilizamos como una lista de normas que debemos seguir al pie de la letra para que nuestras reacciones sean menos agresivas o menos sumisas, pues no nos va a funcionar, porque no podremos contener nuestra emoción y reaccionar en consecuencia.
- Si normalmente reaccionas callándote (actitud pasiva) o enfadándote (actitud agresiva, aunque solo sea verbal), no te va a servir de nada aplicar la asertividad para mejorar tus reacciones hasta que no trabajes los motivos que te llevan a reaccionar así.
- Un hábito como el de reaccionar de una manera determinada, no se cambia aplicando ningún método. Una manera de reaccionar “no se corrige” desde la voluntad de cambiarlo, sino desde el deseo de comprender qué te lleva a ti a reaccionar así y no de otro modo.
- Antes de introducir una norma de conducta para cambiar nada, hay que reflexionar acerca de tus motivos. Y una vez reconocidos, ten por seguro que tu conducta se adaptará a tu nueva manera de interpretar las cosas, igual que el agua se adapta siempre al recipiente que la contiene.
¿A que da ligereza intentar cambiar tu manera de reaccionar de esta manera y no sólo con un manual de buena conducta?
Apliquemos todo esto al caso de Marisa.
¿De dónde viene su rabia?
- De lo que piensa de la señora que está en la puerta:
“Esta señora es una desconsiderada”, “mírala, va a lo suyo”, “la gente no piensa en los demás”, “las personas son egoístas, no tienen empatía”,…
- Si Marisa pensara en otra línea:
“Esta señora es nueva y no sabe cómo funciona esto”, “no se está dando cuenta de que el calor está saliendo”, “tiene una mala costumbre”,…
Las cosas serían distintas, y muy probablemente, en lugar de sentir tanta rabia, Marisa se centraría más en la manera de lograr que la señora cerrase la puerta, y no tanto en criticarla.
Su juicio acerca de la señora es lo que hace a Marisa más intolerante con la situación, y por lo tanto menos libre para elegir una reacción que la haga sentir más a gusto consigo misma.
Cuanto menos necesidad tenga Marisa de juzgar la conducta de la señora como buena o mala, más saludable será su reacción.
Una respuesta inteligente, emocionalmente hablando, es la consecuencia de ser más flexibles ante las situaciones y no sentir la necesidad de juzgar a los otros.
Es muy probable que Marisa no se permita a sí misma ciertas cosas, como el descuido de no cerrar la puerta deprisa, y como es intolerante consigo misma, también lo sea con los demás.
¿Te das cuenta?, lo que en principio parecía ser un “problema” de la señora que sale de la sauna, se convierte también en una situación que lleva a Marisa a “permitirse” y “permitir”, y revisar su nivel de tolerancia.
¿Sabes por qué reaccionas ahora como lo haces y tienes claro por qué quieres cambiar tu reacción?