Lo primero que tienes que saber para no sentirte tan vulnerable pensando que sólo te queda reaccionar según te vengan los demás, es que:
Tu interlocutor hace lo que hace, y dice lo que dice, siempre desde su ombligo y no desde ti.
El día que aprendas esto tendrás en tus manos la capacidad de no sentirte víctima de las situaciones ni de las personas.
En cualquier situación, incluso en una simple conversación, creemos erróneamente que cuando tenemos enfrente a alguien, la manera de acercarse a nosotros y lo que nos dice tiene que ver con nosotros, cuando en realidad tiene que ver con él o ella.
Es decir…
Cada uno actúa desde su propio ombligo.
Este es el primer principio de cualquier comunicación humana.
En todos los niveles, en todos los contextos, sucede lo mismo. Lo que tú y yo decimos y hacemos tiene mucho más que ver con nuestro estado de ánimo, con nuestros miedos, con nuestras percepciones y lo bien o mal que nos caiga esa persona, etc…, que con nuestro interlocutor y sus circunstancias.
Nos creemos el ombligo del mundo porque en realidad no dejamos de mirarnos nuestro propio ombligo.
Pero lo hacemos mal porque en lugar de actuar desde lo que sentimos, nuestro propio ombligo, lo hacemos creyéndonos los protagonistas de la escena, convencidos de que los demás actúan pensando en nosotros.
Te pongo un ejemplo.
Hoy tiene en planta varios casos graves, por eso Rodrigo cuando llega a sustituirle su compañera Rosa, le parece muy importante no sólo dejarle los partes escritos, sino contarle de viva voz cómo están los pacientes.
Pero en cuanto comienza a hacerlo, su compañera le increpa: “Ya estás contándome historias, vale, vale, que estoy muy cansada, déjame en paz”.
Además, le responde en voz alta llamando la atención del resto.
Rodrigo se sorprende y siente que le está dejando en ridículo delante de todos. Le dice a Rosa que es una borde y se enredan en un rifirrafe en el que además, Rosa le reprocha que hace diez años él le hizo algo parecido a ella.
Rodrigo no sale de su asombro, desconcertado se justifica, intenta leer el resto de los partes a Rosa y cuando escucha el reproche de hace tanto tiempo, sólo se le ocurre darle la mano diciéndole: “Ahora estamos en paz”.
La cuestión es que Rodrigo se va a casa sintiéndose contrariado, pensando que ha reaccionado muy mal, pero sin saber dónde ha estado su fallo, ni por qué le da la mano a Rosa.
Lo bueno es que la historia no termina aquí, al día siguiente, cuando vuelven a coincidir en el cambio de turno, Rosa se acerca a Rodrigo muy dicharachera y le dice: ”Me acordé de ti toda la tarde porque los médicos me preguntaron por los pacientes y gracias a lo que me contaste pude responderles”.
Esto, que en principio se puede entender como un reconocimiento por parte de Rosa de que Rodrigo hizo bien, sin embargo, Rodrigo lo vive con distancia, haciéndose el loco, mientras piensa: “Paso de ella, no quiero más discusiones”.
Y por segunda vez Rodrigo se va a su casa mal y sin entender por qué.
¿Qué ha sucedido para que Rodrigo no consiga resolver estas situaciones satisfactoriamente?
Ofendido, ignorado en algo que él considera importante. Esta es su emoción, pero como no la reconoce, en lugar de reflexionar y ser proactivo, es reactivo y actúa a la defensiva.
2.- Rodrigo entra al terreno personal dándose por aludido de las malas formas de Rosa en lugar de reaccionar defendiendo lo importante, el contenido de esta comunicación: contarle a Rosa el estado de los pacientes de la planta.
3.- Si Rodrigo hubiera visto venir a Rosa y se hubiera dado cuenta de su afán de protagonismo quejándose delante de todos y trivializando su mensaje, hubiera podido responderle algo así: “Te cuento esto porque considero que es importante, pero si quieres no lo hago, tú verás”.
Con esta respuesta Rodrigo reivindica lo que realmente le importa: comunicar a su compañera algo importante y evitar sentir que Rosa menosprecia algo que para él es serio.
Aquí hubiera terminado el malestar de Rodrigo, esta hubiera sido una conducta inteligente emocionalmente hablando.
Entender que Rosa actúa desde su ombligo le permite a Rodrigo no entrar al trapo y resolver con distancia, en función de su objetivo: comunicarle algo que considera importante.
Pero vamos al segundo encuentro…
¿Por qué Rodrigo no aprovecha que Rosa reconoce que le vino muy bien que le contara los partes médicos?
Porque Rodrigo actúa desde su emoción, también desde su ombligo.
Y en este caso su emoción es la frustración con la que se fue el día anterior y que no supo resolver. Esto hace que Rodrigo no se entere y no vea la oportunidad de oro que Rosa le brinda para dejar las cosas claras y resolver su malestar diciéndole: “¿Ves como sí era importante que te contara las cosas?, sin embargo, me hiciste sentir muy mal menospreciando mi esfuerzo”.
¿Crees que esta reacción de Rodrigo puede reabrir el conflicto entre ellos?
Es posible, pero…
Es responsabilidad de Rodrigo aprender a interactuar con Rosa puesto que son compañeros de trabajo, y situaciones como las que han vivido se van a volver a repetir sin lugar a dudas.
Y desde esta responsabilidad, a Rodrigo le toca aprender a percibir desde dónde viene Rosa. Aprender a detectar su ombligo, el de ella, para no caer en la trampa de reaccionar como un resorte ante su afán de llamar la atención en este caso, sino ser fiel a su objetivo, que es contar el estado de los pacientes.
Aquí lo tienes:
En la medida en que Rodrigo detecte cómo viene Rosa, podrá reaccionar desde sí mismo y no desde el ombligo de ella.
Si quieres verlo de otro modo, se trata de reaccionar desde tu ombligo y no desde el de los demás.
Resumiendo…
Ventajas de ver más allá de tu ombligo y detectar el de tu interlocutor:
2.- Esta distancia que pones entre su reacción y tú mismo/a te permite no entrar al trapo. Te permite a ti no hacer lo mismo y reaccionar desde tu centro y no tanto desde lo que te hace o dice el otro.
Si quieres que cualquier comunicación incómoda se resuelva sintiéndote bien, descubre desde dónde actúa el otro, date cuenta de cómo te viene y coge distancia, traza tu plan de reacción y no entres al trapo dejándote llevar y dándote por aludido/a.
Acuérdate, todo es una cuestión de ombligos…
El otro actúa desde su ombligo y tú al darte cuenta deberás actuar desde el tuyo y no desde el suyo.