«Cada uno con sus cosas», esta es la sabia conclusión de Rosario cuando me habla de la relación con Juan, su marido.Llevan juntos casi 20 años y a estas alturas sabe mucho de lo que funciona y no funciona entre ellos.
En su caso, su compañero de viaje es una persona muy tranquila que siempre se toma las cosas con más calma que Rosario.
Hace ya unos años Rosario emprendió la aventura de montar una asociación vecinal para atender los problemas y gestionar las necesidades de los ciudadanos de su localidad.
Todo empezó como una actividad lúdica, pero pronto el asunto se complicó tanto por temas de asistencia, como por asuntos de la propia organización.
Entonces fue cuando Rosario, pidió ayuda a Juan. Bueno, más que pedírsela, dio por hecho que él la ayudaría.
“Tienes que echarme una mano para presentar estos papeles en el ayuntamiento”
“Necesito que preguntes en tal sitio sobre…“
“¿Puedes hacerme este trabajo, esta solicitud…?”
“Es muy importante para mí que vengas a esta reunión”
Total, que Juan cada vez se veía más involucrado en las actividades de Rosario, pero tenía la sensación de que él nunca lo había decidido así, o al menos no lo recordaba.
Rosario comenzó a dedicar todo su tiempo libre en su proyecto, estaba muy ilusionada, y cada vez entendía menos que Juan no sintiera el mismo fervor que ella por su pequeño proyecto.
Esta situación les fue distanciando poco a poco.
Pero para darse cuenta de ello hacía falta ser muy observador.
Desde luego a los ojos de Rosario lo único que sucedía es que Juan no era tan sensible como ella, y cada vez refunfuñaba más cuando ella le pedía ayuda.
Rosario envidiaba a sus amigas cuando aparecían con sus maridos en la mayoría de los eventos, y luego le faltaba tiempo para echárselo en cara a Juan.
Pero llegó un momento en que Juan se buscó su propia actividad.
Se apuntó a un grupo de ornitología y empezó a salir los fines de semana en excursiones programadas al campo. Hizo un buen grupo de amigos y le cambió la vida.
Cuando Rosario vio la afición de Juan le pareció mucho menos importante que la suya, y reclamó de muchas maneras el tiempo libre de Juan para “pasarlo con ella”.
Pero como la mayoría de las veces, las cosas no son “tan” como parecen…
El tiempo que Rosario reclamaba no era para ambos, en realidad era para asegurarse que Juan se uniera a sus actividades.
Costó tiempo hacer comprender a Rosario que Juan había elegido un camino tan legítimo como el suyo, y que precisamente aquí, en la autonomía de Juan no estaba el peligro.
Los temores de Rosario porque la relación se enfriara entre ellos después de tantos años, era una forma muy sesgada de interpretar las cosas.
Pero al final Rosario comprendió que la elección de Juan era sólo una cuestión suya y no de ella.
Muy probablemente la decisión de “buscarse una actividad” estaba muy condicionada por el ritmo de vida de Rosario, pero aun siendo así era estupendo para él tener ilusión por algo propio, más allá del tiempo para compartir con ella.
En este caso ambos tuvieron que reconocer muchas cosas y hacer el esfuerzo de respetar las decisiones del otro.
A partir de ahora tendrían que “ponerse de acuerdo” en muchas cuestiones, puesto que ya no era uno sólo el que tenía un proyecto personal.
Este continuo ajuste es lo que en realidad iba a salvar su relación y mantenerla viva.
Claro que en algún momento se plantearon separarse, pero la reflexión de ambos les permitió ser flexibles lo suficientemente como para comprender que su relación estaba desequilibrada.
A veces estos momentos los llamamos CRISIS y nos hacen dudar de nuestro amor porque no lo tenemos todo controlado, cuando en realidad son puntos de inflexión que nos llevan a afianzar la relación si es que el amor y la tolerancia ganan la batalla y no el egocentrismo de cada uno.
Moraleja: estando en pareja, no siempre nos tiene que gustar lo mismo.
Lo realmente sano es que “cada uno tenga sus cosas”, sus propios proyectos personales, y sus propios planes y no necesite que su pareja los comparta. Basta con el respeto mutuo y la atención que cada uno ofrece al otro.
“Si me importas tú, me importará lo tuyo, aunque no sea lo mío”
Deberíamos tener nuestros proyectos personales aun sin el acompañamiento de nuestra pareja, incluso a veces sin su aprobación. Sólo con su respeto.