¡Qué difícil es tomar decisiones!
Ayer cuando me levanté, me sucedió esto:
Intento ponerme a trabajar en el ordenador y no puedo.
Me vienen a la cabeza pensamientos que me hacen sentir culpable: “Tienes que hacerlo”, “todo el mundo está trabajando a las 9 de la mañana de un jueves, así que tú también deberías hacerlo”, “eres una vaga”,…
Entonces, intento cambiar de tema en mi cabeza.
Y me digo: “bueno, puedes irte al gimnasio y cuando vuelvas te pones con el ordenador”
Pero cuando pienso en el gimnasio, la verdad es que la cosa no mejora nada.
Me da el mismo repelús pensar en el gimnasio que pensar en el ordenador.
No lo veo nada claro, ni lo uno ni lo otro.
Me siento bastante incómoda porque esta sensación de «no saber qué hacer» no me gusta nada.
Entonces intento de nuevo lo del ordenador.
Pero sólo de pensar en encenderlo, noto que MI CUERPO inicia una huelga de brazos caídos.
Y MI CABEZA se une y me dice: “déjalo, porque ya sabes que cuando te pones así, a hacer las cosas por obligación, luego no te cunde nada, así que mejor vete al gimnasio para cargar las pilas y al menos haces ejercicio”
Pero cuando cojo la mochila, de nuevo la huelga de brazos caídos.
“Pues estamos bien hoy”, pensé.
Pero en medio de este no se sabe qué, noto una vocecilla por aquí dentro que me dice: “Vete al parque porque en el fondo es lo que te apetece hacer”
3 opciones y una DECISIÓN por tomar:
- Mi cabeza me dice que tengo que trabajar.
- Mi cuerpo me dice que debo ir al gimnasio.
- Mi corazón me dice que me vaya a dar un paseo.
¡Demasiado complicado para empezar la mañana!
No es que se vaya a caer el mundo, pero sé que si me pongo con el ordenador, me voy a sentir sin ganas y desmotivada. Si me voy al gimnasio no voy a conseguir conectar con mi cuerpo como para sentirme satisfecha y eso de hacer ejercicio porque sí, no me funciona.
En situaciones así, lo primero es aparcar todos los juicios y escucharse lo más posible.
Yo lo hice así:
- Me imagino en el parque y mi corazoncito se pone muy contento.
- Me imagino en el ordenador y se encoje.
- Me imagino en el gimnasio y se siente triste.
¡Pues está claro!
Toca turno de preguntas:
- Mi corazoncito pregunta a mi cabeza: «¿puedes aplazar el ordenador sin consecuencias importantes?»
- También pregunta a mi cuerpo: «¿puedes sentirte satisfecho paseando esta mañana aunque no vayas al gimnasio?»
¡Qué suerte! Porque ambos responden que sí.
Esta negociación entre las tres partes de mi ser: cuerpo, mente y alma, es la clave de una toma decisión correcta.
Al negociar me siento coherente porque me escucho a todos los niveles.
- El Todo que somos cada uno de nosotros no puede sentirse bien sino nos escuchamos plenamente.
- Si no satisfacemos alguna de estas tres facetas: cuerpo, mente y alma, no puede haber armonía en nosotros y la insatisfacción saldrá a la luz.
- La manera de encontrar el equilibrio es atender nuestras necesidades emocionales, mentales y espirituales.
Cualquier parte no escuchada buscará el modo de llamar nuestra atención hasta que la oigamos:
- La mente se aburrirá y puede que busque distracción en una obsesión.
- Si el corazón siente que le censuramos en sus emociones y no le dejamos expresarse, se chivará al cuerpo para que enferme.
- Si el cuerpo se ve maltratado o descuidado también enfermará, y avisará a la cabeza para que nos atormente con ideas machaconas.
Recuerda:
¿Cómo habrías decidido tú?