¿Te has parado a pensar qué es esto del síndrome dominguero?
Bueno, en realidad los psiquiatras de los años 70 lo llamaban la “neurosis dominguera”, cuando todavía se utilizaba este término de neurosis.
Parece que hemos mejorado poco desde entonces porque seguimos enmascarando esta sensación de vacío con un sinfín de actividades de ocio, con trabajo, con sexo y con cualquier cosa que nos evite tomar conciencia precisamente de que nuestra vida no tiene un sentido claro.
Sin embargo, Viktor Frankl y sus contemporáneos afirmaban que:
El hombre tiende genuinamente a descubrir un sentido en su vida y a llenarla de contenido.
Por más que huyamos, parece que nuestra conciencia evita que cerremos los ojos y nos ayuda a encontrar el sentido único y singular que está oculto en cada situación.
Gracias a ella podemos ser selectivos y elegir. Tenemos que aprender a distinguir entre lo que es esencial y lo que no lo es, entre lo que tiene sentido y no lo tiene, entre lo que es responsable y lo que no.
Si te fijas estamos hablando de nuestros valores y de la responsabilidad que tenemos de encontrar un sentido a cada situación de nuestra vida.
Ni más ni menos.
En las épocas de opulencia, la mayoría de las personas tienen suficiente para vivir. Pero también la mayoría ignoran para qué vivir. El foco se traslada de buscar los medios para vivir a buscar un sentido a la vida.
¿Con qué derecho nos atrevemos a decir que la vida nunca deja de tener un sentido para todos y cada uno de nosotros?
Vaya pregunta más rotunda.
Decimos esto porque el hombre siempre es capaz de transformar en “servicio” -sacarle partido- a cualquier situación que no tenga ninguna salida.
Te hablo de un cambio de actitud ante la vida. Un cambio en tu interpretación de lo que te rodea y lo que te merece la pena.
Una investigación demostró que tres grupos de jóvenes encerrados en un campamento dedicados a competiciones deportivas construyeron un ambiente de agresión. La única vez que dejaron de lado sus agresiones fue cuando hubo que movilizarlos para sacar un carro destinado al transporte de víveres del lodo en el que había quedado embarrancado.
Aquella “entrega a una tarea”, fatigosa pero razonable, hizo que olvidaran literalmente sus agresiones.
Aquí lo tienes…
El sentido no puede darse, sino que debe descubrirse.
Muchos autores han llegado a la conclusión de que la posibilidad de encontrar un sentido en la vida no depende del sexo, del coeficiente intelectual, ni del nivel de formación, o de ser o no religiosos. También es independiente del carácter y del medio ambiente.
Entonces…
¿Dónde descubre el hombre un sentido?
- En lo que hace o crea, una tarea.
- En vivir algo o amar a alguien.
- Incluso en situaciones desesperadas también puede encontrar un sentido.
Así lo dice V.F. Fascinante!!!!
Porque en el fondo todos lo sabemos, nuestra conciencia nos lo advierte:
Ya en 1977, decía: “el hombre actual vive bajo un sentimiento de que su existencia no tiene sentido”. Esta frustración es patógena, es decir, puede ser causa de enfermedades psíquicas.
En opinión de Schopenhauer, la humanidad oscila entre la necesidad y el aburrimiento.
Sin embargo, los psiquiatras de la época opinaban que no es patológica la frustración existencial.
La pretensión humana de una existencia llena, con sentido, es algo terapéutico. Es la voluntad de sentido. La voluntad y el deseo genuino de encontrar un sentido a cada situación de la vida y llenarla de contenido.
Y aquí entra en juego la ACTITUD DE AMAR lo que te rodea, tu vida y a ti mismo.