Tú sabes lo que sientes y lo que quieres, así que… por favor, no te dejes convencer de lo contrario, ni siquiera por ti mismo.
- CASO 1: Si quieres pareja, entonces no quieres un amigo/a.
- CASO 2: Si sólo quieres sexo, entonces no quieres novio/a.
- CASO 3: Si no sabes lo que quieres, no sabes lo que quieres, y tendrás que probar y averiguarlo antes de afirmar lo que quieres y comprometerte a nada.
Pero, ¿por qué nos complicamos tanto la vida cuando si lo pensamos un poco, sabemos de sobra lo que queremos en cada momento?
Y sobre todo… ¡sabemos lo que no queremos!
Porque nos pasamos la vida traicionándonos.
Vamos como pollos sin cabeza, o con una idea tan poco consistente de lo que queremos, que nos derretimos como un bombón en cuanto vemos lo que quiere el otro.
¡Qué fatalidad!
Y claro, para no defraudar a nuestra pareja abandonamos lo que queremos, y luego vienen las dudas.
Cuando en realidad, TÚ NO DUDAS. No te equivoques.
Tú lo que haces es renunciar a lo que quieres con tal de que tu pareja no se esfume.
Así de vendido/a vas en esto del amor.
Cuidado, porque tu falta de firmeza contigo, parece que te diera derecho a no respetar tampoco al otro, y te vuelves un manipulador/a en toda regla.
Me explico…
CASO 1:
Si quiero pareja, pero la persona que me gusta me dice que empecemos siendo amigos, y después de un tiempo razonable no le veo ninguna intención de que pasemos de ahí, entonces a mí se me antoja que, con un poco de paciencia por mi parte, antes o después conseguiré que seamos pareja.
Puede que el otro me haya dejado claro que sólo somos amigos, o puede que me diga que necesita más tiempo para que seamos pareja. Aunque te pueda parecer que hay mucha diferencia, yo te digo que en el fondo es lo mismo.
Si tú te has propuesto que el otro quiera ser tu pareja, a estas alturas ya da igual lo que diga y lo que no.
Te pones anteojeras para no distraerte, y tiras para adelante. Ya tienes un objetivo a conseguir, el mayor reto del mundo: que alguien se enamore de ti si o si.
No seas burro/a. Recapacita. Abandona este estado de manipulación para conseguir lo que quieres.
Respétate y deja que las aguas vuelvan a su cauce.
No le hagas comulgar con ruedas de molino, si el otro no quiere pareja, no quiere pareja.
CASO 2:
Si quiero sexo y sigo queriendo sólo sexo después de un tiempo, pero mi posible pareja veo que se está haciendo ilusiones de que entre nosotros hay algo más, entonces para no quedarme sin esta relación, me dejo querer y en lugar de dejarle muy claro que no siento amor, pues le dejo las puertas abiertas a que con el tiempo quizás yo me enamore.
Es tan sencillo dejarse llevar, que realmente vas a tener que esforzarte muy poco para continuar con tu pareja mientras él o ella alberga esperanzas de una relación de pareja con algo más que sexo.
Incluso es muy posible que te intentes engañar, y quieras provocar en ti unos sentimientos que no existen. Ya sabes, el roce hace el cariño.
Pero no te confundas, en pareja el cariño no es amor, sólo es cariño. Y no he oído nunca que con el tiempo se produzca la transición que necesitas para poder decirle a tu posible pareja que la amas y que sois “novios” (por novios me refiero a una relación de pareja con intenciones de continuidad).
Así que no te engañes, y no le engañes, si no quieres pareja, no quieres pareja.
CASO 3:
Si no sabes lo que quieres, explora, observa lo que vas sintiendo y no fuerces el ritmo. En este caso el tiempo sí es tu aliado, pero tienes que utilizarlo bien.
No te dejes llevar por los deseos del otro, si es que lo tiene más claro que tú.
Espera a sentir tú lo tuyo, sea lo que sea. Y cuando lo notes, entonces comunícaselo a tu posible pareja.
Porque más importante que coincidáis plenamente es que sepáis cada uno a qué ateneros.
Ya lo has visto, no te engañes.
En el fondo SABES LO QUE QUIERES mejor de lo que parece, otra cosa es que no te dé la gana reconocerlo o no te interese. Estás en tu derecho, por supuesto.