Mi vecina es una bruja, ¿o soy yo la bruja?
Esta historia es real como la vida misma, sólo que sucedió ya hace algunos años.
Y fue así:
¡Todos los días me encuentro en el portal con una vecina de otra escalera! Y pienso…
Mi vecina es una bruja
Sale con un niño de 3 o 4 años y otro en una sillita que tiene que bajar por el elevador. Yo voy con mi hija de 12 y mi perro. Ambas coincidimos en los 10 escalones de dentro del portal todas las mañanas.
Saludo a mi vecina, pero ella nunca me devuelve el saludo, así que cada día me cuesta más saludarla.
Hoy la acompañaba su marido y ellos ya estaban en el portal cuando hemos aparecido mi hija y yo.
Al principio no me ha salido saludarles porque he pensado: “total para que no me contesten”, pero cuando estaba bajando las escaleras, me he sentido violenta teniendo a su marido delante de mí, y los dos sin mirarnos.
Entonces he dicho un “buenos días” no muy alto, al que, como suponía, ninguno ha contestado. En ese momento me he sentido humillada e insegura, como si les debiera algo a estas personas. Realmente una sensación desagradable que he intentado olvidar preocupándome de mi hija y mi perro.
Pero además hoy el destino ha querido que todos coincidiéramos cruzando el paso de cebra que hay delante de nuestro portal y siguiéramos ignorándonos.
¡Por un momento he pensado que el absurdo nos podía llevar a pisarnos unos a otros en nuestro afán de no vernos!
Hace días creí que me sentiría bien si seguía saludando a mi vecina aunque ella no me respondiese, pero no es así. No puedo dejar de pensar que es una antipática, ni dejar de comerme la cabeza pensando si le caeré mal y por qué.
Luego pensé que me sentiría mejor si dejaba de saludarla, pero he comprobado que me siento violenta si no la saludo.
Total, ¿qué puedo hacer?
¡Estoy atrapada en una situación insignificante pero insufrible!
Es tremendo, porque haga lo que haga me siento mal, y parece que el modo de sentirme depende de mi vecina y no de mí.
Si es así, entonces la única solución que veo es que mi vecina cambie y me salude, así me sentiré correspondida.
Pero, ¿cómo puedo cambiar a mi vecina?
¡Alto ahí!... Algo no funciona si para sentirme bien necesito cambiar a otra persona.
Recapitulemos…
Tengo que reconocer que cuando mi vecina no me saluda, yo me siento despreciada, como si me estuviera diciendo que no merezco su atención o su tiempo.
Me doy cuenta que no soporto que mi vecina pase de mí.
¡Qué sensación más insufrible!
Es como si al no existir para los demás (mi vecina), no existiera para mí, y no fuera merecedora de su respeto o su cariño.
¡Y todo esto por culpa de una simple vecina que ni conozco!
Y yo que creía que mi autoestima estaba a salvo de la opinión ajena..., pues parece ser que no.
Ahora lo veo claro, aunque sea duro reconocerlo, el problema no está en el saludo de mi vecina, sino en mí. Y la solución tampoco está en que ella sea más amable conmigo, sino en que yo no necesite que lo sea.
¿Qué puedo hacer?
1. Decidir mis acciones según lo que yo necesito para sentirme bien.
Como mi necesidad es saludar cuando me encuentro a alguien en el portal, pues adelante, seguiré saludando a mi vecina.
2. No esperar ser correspondida.
Cuidado, porque no tengo que olvidar que no necesito que me devuelva el saludo para sentirme bien, si ya me siento bien antes de verla.
3. Recordar por qué hago lo que hago.
A partir de ahora, cuando me la encuentre en el portal, recordaré que la saludo por respeto a mi necesidad y mi coherencia. Para mi bienestar, y no para agradarla ni para ser correspondida.
4. Reconocer a los demás su derecho a actuar desde ellos mimos, igual que yo.
En este caso, reconocer a mi vecina su derecho a no saludarme. Igual que yo tengo derecho a atender mi necesidad de saludarla, ella lo tiene a no saludarme. Así es.
¡Buenas noticias!, hoy he probado mi último plan, y he visto que soy capaz de encontrarme con mi vecina, saludarla sin que me moleste que ella no me responda, y hasta mirarla a la cara cuando la saludo.
Es estupendo, porque respeto su silencio y no siento ningún resentimiento hacia ella.
Me pregunto qué opinaría mi vecina si supiera todo lo que he pensado en ella últimamente.
Por cierto, ¿le molestará que yo le salude?..., jajaja. Esta ya es otra historia, o mejor dicho, la misma vista desde ella y no desde mí.
¡Apasionante! ¿no te parece?
¿Tú también vives situaciones cotidianas que parecen sencillas, con las que te comes la cabeza tanto como yo?
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